Nadal vuelve a dejarnos sin calificativos

Los rellena periódicos, los cubre programas de radio y televisión tienen que crear contenido para los cientos de medios que inundan nuestras vidas. Y está claro que las malas noticias venden más que las buenas. En esta temporada no interesaba que Rafa Nadal hubiera llegado a 6 finales consecutivas, ni se veneraba a un Nole Djokovic que encadenaba victoria tras victoria con un ritmo implacable. Se resaltaba que el final de Nadal estaba cerca, que el ocaso del mallorquín nublaría nuestros domingos.

Pues los agoreros, siempre tan acertados ellos, no contaban con que un tipo como Federer, con sólo 16 Grand Slams en sus raquetas, podría hacer sucumbir al imbatido Djokovic. Y lo hizo el día que Nadal cumplía 25 años. Un regalo tan exquisito como el juego del suizo. La historia prevaleció sobre la actualidad.

La inesperada final Nadal-Federer esperaba animar un domingo ciclotímico en el cielo. Federer había conseguido 1 Roland Garros de hace un par de año pero no logró derrotar al mallorquín, con lo que su orgullo le pedía ser el mejor en tierra batida sobrepasando al mejor en tierra batida. Nadal tras perder 3 finales consecutivas quería borrar las dudas como cuando borra la huella una bola mala en la pista.

Los enfrentamientos entre estos dos genios siguen un patrón fijo. Elegantes, deportivos, de gran calidad, densos. Y ya han pasado a la historia por todos estos calificativos. Algo que siempre se repite en Paris es que vence nuestro Rafa Nadal. Este año volvió a confirmarse como el mejor tenista de la historia en Paris (junto a Borg). Y no le queda tanto como dicen para convertirse en el mejor de todos los tiempos. Al tiempo.